Ser humano, es un compromiso. Como personas que habitamos este planeta dejamos una huella. Últimamente se habla mucho sobre la “huella de carbono”, o la “huella digital”, pero más allá de eso, también dejamos huella en aquellos con quienes compartimos de una u otra manera: familia, compañeros de trabajo, amigos, vecinos y hasta en el repartidor de delivery, que tan necesario se ha hecho en los últimos meses. En ocasiones, no nos damos cuenta de eso y minimizamos el impacto - ojalá positivo - que podemos tener en nuestro entorno. Eso me pasó a mí.
Soy Anabell Mora Acevedo, mujer, cisgénero, lesbiana... y he buscado algunas de las etiquetas posibles relacionadas a mi identidad de género u orientación sexual, porque hay momentos en que son necesarias para visibilizar, para concientizar, para comprometerse. Entre otras etiquetas, también podría usar: migrante, profesional, amante de los perros, intento de emprendedora, y un largo etc., pero eso no es lo que nos convoca en estas líneas.
He tenido el privilegio de trabajar desde hace más de 12 años… ¡Wau, sí! considerando que apenas estoy llegando a los 30 parece mucho tiempo; pero de ese tiempo, menos de un tercio he estado “fuera del clóset” al menos en mis espacios de trabajo y me voy a enfocar en lo laboral, porque ineludiblemente es uno de los aspectos claves en nuestra vida actual y en el que, a veces, convivimos más que con respecto a cualquier otro.
Dejando a un lado los primeros años, donde tu sexualidad se vuelve una aventura, a momentos maravillosa, y otras tortuosa; cuando obtuve mi primer gran empleo, uno “serio”, en una bonita torre en la zona financiera de mi ciudad, y a sabiendas al 100% de mi orientación sexual, no fui capaz de hablarlo abiertamente con mis compañeros de trabajo, ni siquiera con los más cercanos. Sólo después de haberme ido de ese primer trabajo, y ya habiendo construido una amistad con algunos, fue que tuve la seguridad para hablarles de la mujer con quien tengo el privilegio de compartir mi vida.
Luego de ese primer empleo, vino otro, en otra torre más grande. Ahí tampoco dije nada. Para ese momento ya tenía una gran pregunta en mi mente ¿Es posible que pueda omitir una parte tan importante de mí, en un espacio que también significa tanto? La respuesta fue “sí”. De ese segundo empleo, pasé a un tercero, donde la historia se repitió, y es que durante varios años tuve un miedo recurrente: mi sexualidad va a condicionar mi crecimiento profesional. Tenía pavor que mis compañeros o mis líderes, me vieran distinto o dudaran de mi talento y capacidades sólo porque, al salir de la oficina, me esperaba ella y no, él. En un momento donde estás construyendo los cimientos de tu vida profesional importa mucho cómo te ven, cómo te proyectas, la certeza que das y por supuesto que tan “normal” eres, porque en función de eso podrás tener, o no, un “gran futuro por delante”.
Si bien en los últimos años se ha profundizado el entendimiento y la desmitificación sobre el ser diverso, queer, disidente, o como prefieras llamarlo, aún tenemos grandes brechas que salvar y muchos puentes que construir, y es por eso que visibilizar y hablar de estos temas con todas sus letras dentro de empresas o espacios de trabajo, se hace vital. Ofrecer espacios seguros y políticas que abracen la diversidad, son ganancia para las empresas, independientemente del tamaño que tengan. Hoy sabemos, a ciencia cierta, que el talento no viene condicionado por tu orientación sexual o identidad de género, y que más bien son constructos sociales arcaicos y la poca tolerancia a la diversidad, los elementos que limitan el crecimiento de las organizaciones.
Han pasado unos cuantos años de esos primeros 3 trabajos… y hoy tengo el gusto ser parte de una organización que abraza mi diversidad y no solo me hace sentir que “trabajo” sino que aporto de manera directa, en la construcción de una sociedad más diversa, inclusiva y competitiva, que ofrezca oportunidades para todos por igual. Y aunque el miedo existe, esta vez, no por mi lugar de trabajo, sino por lo extremista que puede ser la sociedad, hoy tengo un poco menos, y puedo hablar con #OrgulloSinLímites🏳️🌈 de lo que soy, y de a quiénes tengo a mi alrededor.
Hace pocos meses me mudé, mi nueva vecina: una mujer, en apariencia amable, pero de esas a las que les gusta saber todo lo que pasa a su alrededor, me preguntó: “Y la otra chica, con la que vives, ¿ustedes son amigas, o primas?”. Mi primer pensamiento, fue decirle: ¿Y eso qué importa?, pero esta vez quise tomar un nuevo compromiso conmigo misma y con mi alrededor y esta vez respondí: “No, es mi novia”.
Y aunque me sonrió, pude ver en sus ojos la duda y la sorpresa. Yo detecté sus nervios, pero también abracé mi convicción, la misma que me trajo a escribir estas líneas.