Hace poco me crucé con un artículo de un conocido diario de negocios peruano que se titulaba algo similar a “solo el x% de altos directivos está satisfecho con la transformación digital de sus organizaciones” -el porcentaje era bastante desalentador. Lo primero que pensé fue “mmm...interesante”, cuando empecé a indagar en el estudio no pude evitar tomarme una pausa para reflexionar. Acá les comparto un poco de esas reflexiones.
Primero, no pude evitar pensar en cómo la definición de “transformación digital” era bastante ambigua. En realidad no estaba definida y lo dejaba a la libre interpretación del lector, como si todas y todos tuviéramos un entendimiento común de lo que que esto significa. En este caso, y entre líneas, se le presentaba como una inversión en tecnología que viene impulsada por el liderazgo y que por alguna mágica ciencia -que aún no entiendo- iluminaba a todas y todos los que vienen debajo. Qué maravilloso sería eso.
Pero la cosa que más me llamó la atención, fue que -en vista de las y los encuestados- la principal barrera para que se dé esta transformación era la falta de talento preparado. Corríjanme si me equivoco, pero entonces -abro un gran signo de interrogación- la “transformación digital” no se está dando como las y los ejecutivos esperan, esta depende del liderazgo, y al mismo tiempo el principal obstáculo es el talento no preparado 🤔. Sinceramente, todo sonaba altamente contradictorio mientras iba profundizando.
No pude evitar empezar a cuestionarme muchas de las cosas que iba leyendo y por eso quisiera invitar a todas y todos los que se topen con este artículo a reflexionar respecto a qué significa transformarnos y de quién depende que esto ocurra. A cuestionarse -conmigo- por qué ponemos todo el peso de este proceso en la tecnología y culpamos al “talento no preparado” de ser el principal obstáculo cuando esta no resulta como esperamos.
El contexto actual de pandemia nos ha demostrado -más que nunca- que no importa cuánta tecnología tengamos, va a depender del potencial humano el cómo nos transformamos, cómo enfrentamos escenarios inciertos, cómo abrazamos esa incertidumbre para “sacarle la vuelta”, cómo innovamos y cómo creamos cosas casi desde cero. La tecnología es una herramienta poderosísima -no me malinterpreten-, pero eso es, una herramienta. Una herramienta que está a disponibilidad de todas y todos para sacarle el mejor provecho y que en manos del talento humano se vuelve más potente que nunca.
Entonces, invito a todas y todos -pero sobre todo al liderazgo de las organizaciones-, a darle el campo adecuado a ese talento humano para desarrollarse y traer a la mesa eso para lo que somos buenos: crear, utilizar nuestra capacidad de pensamiento crítico, ser empáticos, resolver problemas, entre muchas otras cosas. Para, en lugar de hablar de un talento poco preparado, hablemos de un talento que en un contexto totalmente incierto ha triunfado. Que tiene todo el apoyo y “la cancha” bien delimitada por un liderazgo que le ha permitido crecer en sus habilidades más humanas, y por ende, ha logrado transformar una organización desde su raíz -o al menos ha dado el primer paso.
Porque la verdadera transformación no viene de la tecnología, y muchas veces tampoco del liderazgo, la transformación -y la innovación-, viene de todas esas personas que se les ha dado el espacio para crecer, ser autónomos, innovar y resolver problemas como ninguna máquina lo ha hecho antes.