Históricamente las mujeres han sido quienes se han visto más afectadas al momento de ingresar al mercado laboral, situación que empeoró aún más con la llegada de la pandemia por COVID-19, lo que provocó un retraso de 10 años de inserción laboral femenina. Así lo confirma el boletín estadístico “Género y empleo: impacto de la crisis económica por COVID-19”, elaborado por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), donde se señala que, durante la pandemia, las ramas de actividad económica donde se observa una mayor ocupación femenina fueron las más perjudicadas.
La realidad laboral de las mujeres en Latinoamérica aún dista mucho de la de los hombres. Evidencia de esto es que solo el 52% de las mujeres en Latinoamérica es parte de la fuerza de trabajo, mientras que el 76% de los hombres está dentro de la población activa, según el Fondo Económico Mundial, citado en el estudio realizado por Laboratoria en su marco de la alianza con BID Lab titulado “El futuro de la tecnología: inclusión femenina”.
En la actualidad existe una alta demanda por puestos de trabajo vinculados con la tecnología. Si bien, según el IX estudio TIC de la consultora IT Hunter, el primer semestre de 2021 se ha recuperado en un 60% la demanda de especialistas tecnológicos, aún hay una alta desocupación de estos especialistas.
Cifras entregadas por el BID explican que para el 2022 se van a necesitar más de 1.2 millones de desarrolladores y desarrolladoras en la región, situación que es necesario comenzar a trabajar desde ya para que más personas se puedan integrar al mercado laboral. La diversidad en esta área es de alta importancia -así como en todas- para garantizar representatividad y, consecuentemente, mejores productos y servicios, que sean pensados por más personas y para un público más amplio.
En el área tecnológica hay una gran brecha de género, donde sólo 3 de cada 10 personas trabajando en tech son mujeres. Sin embargo, al ser una industria creciente y que ofrece empleos de calidad, es una buena opción para mujeres que están pensando en la reconversión laboral. En efecto, en Chile, una desarrolladora web recién egresada puede tener un ingreso promedio de alrededor de $1 millón de pesos, monto que, en general, aumenta con los años y la experiencia.
No es sólo relevante abrir la industria a las mujeres para crear más oportunidades para ellas y cerrar la brecha de género, sino que también es un activo fundamental para las empresas. La integración de mujeres -y de más diversidad en general- influye positivamente en el diseño y programación de productos, generando soluciones que respondan a sus usuarios reales y tengan mayores tasas de éxito.
Artículo originalmente publicado en Poder y Liderazgo, Chile