A lo largo de la historia las mujeres han cumplido un rol fundamental en el área de la tecnología. Personajes como Ada Lovelace, quien fue una adelantada a su época, se convirtió a finales del Siglo XIX en la primera programadora de la historia, o Evelyn Berezin, quien en 1968 creó el primer sistema digital para escribir y editar textos, marcaron un antes y después con sus contribuciones que hasta el día de hoy son cruciales en el desarrollo de nuestras tareas esenciales.
Otro ejemplo es el de Hedy Lamarr, quien en 1942, en medio del conflicto mundial, patentó el “Sistema de comunicación secreto”, la primera versión de la banda ensanchada que permitiría las comunicaciones inalámbricas de larga distancia, y que inspiraría lo que hoy todos conocemos como wifi. Y en nuestra era nombres como Marissa Mayer, directora ejecutiva de Yahoo, o Mary Barra, CEO de General Motors, han marcado presencia en la ruta, adquiriendo puestos de alta relevancia en compañías de gran reconocimiento mundial que se rigen por el uso de la tecnología y la innovación.
A pesar de estas invaluables historias y aportes, el rol de la mujer en la tecnología sigue quedando relegado a un segundo plano, y es uno de los grandes desafíos pendientes en la sociedad. Según la Unesco, alrededor del 30% de las mujeres son investigadoras a nivel mundial, y como dato, solo un 3% ha recibido el premio Nobel de Ciencias, magras cifras que reflejan una realidad.
Lo anterior responde a una clara brecha digital de género marcada por el acceso y entendimiento de la tecnología y sus herramientas, brecha que se incrementa también dependiendo del acceso y el nivel económico que se tiene, una realidad injusta pero cierta. En Chile, según los resultados del estudio Barómetro de Brecha Ciudadana Digital, realizado por la Subtel en conjunto con la Universidad Adolfo Ibáñez y Con@cción, las mujeres y quienes tienen menores niveles educacionales son quienes presentan más dificultades a la hora de acceder a servicios digitales como trámites virtuales, comercio electrónico o educación en línea.
Esto podría sin duda incidir en lo que pasa en el área académica en Chile, donde sólo 1 de cada 4 matrículas en el área STEM son de mujeres, y donde la brecha de género en pregrado en tecnología es de 75% en desmedro del género. Parece claro entonces que la educación y el fomento del interés de niñas y jóvenes en el campo de la ciencia y la tecnología es una de las grandes tareas por abordar.
A nivel nacional, además, solo un 5% de la participación laboral en la tecnología es femenina, y en un campo que crece de manera extraordinaria y donde cada vez se necesitan más profesionales, incentivar la participación de las mujeres es clave.
Combatir la inequidad y generar espacios donde el género no sea una desventaja, es la causa que todos debemos abordar. De cerca y con orgullo hemos conocido casos de jóvenes chilenas que han sido parte del programa re/Start de AWS, talentosas aprendices de la informática y la nube, que hoy ya son parte del campo laboral, un ejemplo de esto es Daisy Arroyo, una joven oriunda de Concepción que a sus cortos 22 años, comenzó a trabajar en el mundo de la tecnología, adentrándose en los conocimientos de la nube, apuesta que la ha llevado a realizar su práctica profesional en Morris & Opazo, y tal como ella nos ha contado, a desarrollar una seguridad indescriptible de un buen porvenir, en un nuevo mundo donde soñamos Daisy y todas mujeres sean recibidas e integradas como debe ser, para que nombres como Berezin, Mayer o Barra se multipliquen cada vez más, haciendo que la tecnología por fin sea recordada con nombre de mujer.