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Pensamiento crítico en tiempos de pandemia

Escrito por Rodufo Prieto | 5/27/20 8:16 PM

Todavía estamos en los inicios de esta crisis. Nadie sabe realmente cuándo terminará esto o cómo se verá el mundo después de COVID-19. Hay muchos efectos de segundo y tercer orden que aún no están claros, en lo que respecta tanto al virus en sí, como al impacto económico y psicológico de las medidas de distanciamiento y confinamiento social que estamos viviendo. Sin embargo, ya en estos primeros meses, uno puede sacar algunas lecciones.

A mí, en particular, me ha llamado la atención cómo el pensamiento crítico se ha convertido en una cuestión de alto riesgo. En las últimas semanas y meses hemos tenido que tomar decisiones difíciles: ¿Deberíamos cerrar o reabrir nuestros negocios? ¿Deberíamos llevar una mascarilla cuando salgamos a la calle? ¿Deberíamos presentarnos a trabajar, aunque no existan las condiciones básicas de seguridad e higiene? ¿Deberíamos volver al trabajo si así lo ha pedido nuestro/a jefe?

El pensamiento crítico es el análisis racional e imparcial de la información para formar un juicio y poder tomar una acción. Es lo que usamos para responder a las preguntas anteriores. El Banco Interamericano de Desarrollo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, y el Foro Económico Mundial, afirman que el pensamiento crítico es una de las habilidades más importantes en las que debe centrarse la educación para preparar a sus estudiantes para los trabajos del hoy y del mañana - es una de las llamadas "habilidades del siglo XXI".

El único problema que tenemos es que nuestros sistemas educativos no están diseñados para desarrollar activamente la habilidad del pensamiento crítico. ¿Por qué? Porque, en buena medida, la educación es así:

Imagen de Jean-Marc-Cote

Nuestro sistema escolar se enfoca más en enseñar qué pensar, que en cómo pensar; y se preocupa más por dar respuestas que en enseñar el arte del cuestionamiento, la reflexión y el razonamiento.

Aquí comparto tres aprendizajes sobre el pensamiento crítico que hacen tremenda falta en la gran mayoría de colegios el día de hoy y que, en el contexto de una pandemia, se han convertido en una cuestión de alto riesgo.

1. Sapere Aude: Ten valor de servirte de tu propio entendimiento.

Solíamos vivir en un mundo donde la información era escasa. Unas pocas "autoridades" (como los medios de comunicación o los gobiernos) ejercían un monopolio de la información y actuaban como únicas fuentes para acceder a ella. Teníamos dos opciones: o bien confiábamos en la fuente, y por lo tanto tomábamos lo que dijera al pie de la letra, o bien no lo hacíamos y decidíamos ignorarla por completo. "Desde mediados del siglo XIX hasta finales del siglo XX", escribe Martin Gurri en su libro La Revuelta del Público: Y la Crisis de la Autoridad, "el público carecía de los medios para cuestionar, mucho menos contradecir, los juicios autoritarios derivados de los monopolios de información".

Pero los tiempos han cambiado. Gracias a Internet, ahora tenemos acceso directo a la información de un océano de fuentes. Por ejemplo, para aprender sobre COVID-19 y sus implicaciones, tuvimos acceso a datos y análisis en sitios web como 'Our World in Data' y publicaciones en 'Twitter' como esta:

El texto del Tweet lee: Muchos de ustedes me han preguntado por qué tomo la epidemia de COVID-19 con tanta seriedad. El número actual de casos y muertes *no* es la razón. Aquí un hilo sobre por qué me preocupa y qué estoy haciendo yo a nivel personal.

Hoy tenemos la capacidad de cuestionarlo todo: cada política gubernamental, cada declaración de instituciones mundiales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada artículo de un gran periódico, es cuestionable. Este cambio de condiciones es crucial porque hemos visto a muchos líderes poco preparados para manejar esta situación y que han optado por jugar la carta del populismo, minimizando el riesgo de la pandemia, difundiendo información falsa o engañosa y haciendo caso omiso de las medidas de distanciamiento social.

El lema de la Ilustración: ‘Sapere Aude’, inmortalizado por Immanuel Kant en 1784, en su ensayo "¿Qué es la Ilustración?", es hoy tan valioso como siempre:

"Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad cuyo responsable es él mismo. Esta minoría de edad significa la incapacidad para servirse de su entendimiento sin verse guiado por algún otro. Uno mismo es el culpable de dicha minoría de edad cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino en la falta de resolución y valor para servirse del suyo propio sin la guía de algún otro. Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! Tal es el lema de la Ilustración."

- Immanuel Kant

Así que, lección #1: no podemos tomar al pie de la letra lo que las autoridades nos dicen - ya sean los medios de comunicación, las organizaciones de salud pública, funcionarios del gobierno, o incluso nuestros/as jefes o profesores. Necesitamos pensar por nosotro/as mismo/as.

2. Ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia.

El 14 de enero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó lo que ahora es considerado como un infame tweet en el que se afirmaba que no hay pruebas claras de transmisión persona-a-persona del (en aquel entonces) nuevo coronavirus.

El texto del Tweet lee: Las investigaciones preliminares llevadas a cabo por las autoridades chinas no han encontrado ninguna prueba evidente de la transmisión de persona a persona del nuevo #coronavirus (2019-nCoV) identificado en #Wuhan, #China.

Por supuesto, días más tarde, el contagio interpersonal fue confirmado. Esto es un claro ejemplo de confundir ausencia de evidencia con evidencia de ausencia. No encontrar pruebas sobre algo es muy diferente de encontrar pruebas de que algo no existe. Si no hemos encontrado pruebas de la transmisión entre personas es porque: 1) COVID-19 efectivamente NO se transmite de persona a persona, o 2) sí lo hace, pero aún no lo hemos comprobado. Cuando hacemos o leemos afirmaciones como las de la OMS, con frecuencia solamente pensamos en la primera posibilidad y nos olvidamos de la segunda. Grave error.

La ausencia de evidencia nos deja con un alto grado de incertidumbre y de riesgo. Es justamente el problema de razonar por inferencia, comúnmente conocido como el "problema de la inducción", que se remonta al filósofo escocés David Hume y se suele explicar como la falacia de generalizar en base a un cierto número de observaciones:

"Ninguna cantidad de observaciones de cisnes blancos puede admitir la inferencia de que la totalidad de los cisnes son blancos, pero la observación de un solo cisne negro es suficiente para refutar esa conclusión".

- David Hume (reformulado por John Stuart Mill)

Nassim Nicholas Taleb, un autor libanés-americano y ex-corredor de bolsa, ha escrito ampliamente sobre este tema. Su recomendación es que la toma de decisiones bajo este nivel de incertidumbre debe basarse en la asimetría. Es decir, debemos evaluar las consecuencias de nuestros juicios. El costo de errar con una reacción exagerada al virus en sus inicios (suponiendo que se propaga de persona a persona y que luego resulte que no es así) es significativamente menor al costo de subestimar el virus (al suponer inicialmente que no se transmite de persona a persona y que luego termine siendo que ).

Así que, lección #2: ausencia de evidencia no significa ausencia de riesgo. Solo porque algo no se haya comprobado todavía, no significa que no esté ahí. Dado que las consecuencias de nuestras decisiones rara vez son simétricas, siempre debemos sopesar los costos de errar en ambos sentidos.

3. En un mundo incierto y complejo, la sobre simplificación es muy peligrosa.

Vivimos una situación muy compleja y fluida. Como el secretario general de las Naciones Unidas ha declarado, “estamos enfrentando la peor crisis mundial que se ha producido desde la Segunda Guerra Mundial”.

Veamos por qué.

En primer lugar tenemos el riesgo de la enfermedad y cómo su crecimiento exponencial está colapsando muchos sistemas de salud alrededor del mundo. Esto va mucho más allá de las cifras oficiales de muertes de COVID-19 que los gobiernos reportan diariamente. Como ha informado 'The Economist', estas cifras "siguen sin contar el verdadero número de muertes que la enfermedad ha dejado. En muchos lugares, las cifras oficiales diarias excluyen a cualquiera que no haya muerto en el hospital o que no haya dado positivo. Con frecuencia, la causa de la muerte tarda varios días en establecerse, lo que crea un desfase en los datos. Y hasta los registros más completos de Covid-19 no incluyen al número de personas que murieron por otras enfermedades que probablemente habrían sido tratadas con éxito si los hospitales no se hubieran visto abrumados por una oleada de pacientes que necesitaban cuidados intensivos".

El 'Financial Times' también ha estado investigando el exceso de mortalidad, encontrando que "en algunos países, las tasas de mortalidad son más del 50 por ciento más altas de lo habitual". Tristemente, Perú (donde vivimos mi familia y yo) es uno de los países más afectados, con muertes de hasta un 80% por encima de lo normal a nivel nacional y 223% en Lima.

Fuente: https://twitter.com/jburnmurdoch/status/1263035607988736001

Los riesgos que el virus conlleva también incluyen los posibles efectos a largo plazo. Sí, muchas personas, especialmente jóvenes, se recuperan, pero ¿cuáles son los efectos a largo plazo? ¿Los daños pulmonares que se sufren son irreparables? No lo sabemos. Obtener una clara comprensión de esto tomará años y requerirá de estudios longitudinales.

Así que, sin duda alguna, deberíamos tomarnos el COVID-19 en serio. Minimizar este virus (tal como lo han hecho varios líderes de América Latina) y referirse a él como "sólo un resfriado" es un error abismal. 

En segundo lugar, las repercusiones de la paralización forzosa de las actividades económicas -un elemento central de la "solución" que han aplicado muchos gobiernos- también pueden ser monumentalmente catastróficas. David Beasley, el Director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (WFP), advirtió que "al mismo tiempo que nos enfrentamos a la pandemia de COVID-19, también estamos a punto de sufrir una pandemia de hambre".

¿Puede la cura ser peor que la propia enfermedad? ¿Puede que mueran más personas por el impacto económico de COVID-19 que por el virus en sí? Definitivamente es una posibilidad, en especial para los países en vías de  desarrollo donde la mayoría de la actividad económica es informal y la gente vive del día a día. Todos los países se enfrentan a un contexto diferente. Algunos tienen más recursos fiscales que otros, algunos tienen mejores sistemas de salud, algunos tienen una mejor capacidad para realizar pruebas y algunos implementaron acciones antes. Cada país necesita una estrategia diferente, la cual va a variar en función de su contexto, pero todos necesitan enfrentar ambos problemas.

Así que, lección #3: Cuidado con la sobre simplificación. En la vida real, la mayoría de las cosas no son tan simples. Debemos ser escépticos/as del análisis y de las recomendaciones de cualquiera que esté simplificando demasiado esta situación (por ejemplo: “esto es solo una gripe” o “la salud es más importante que el dinero”). 

El aspecto positivo

En las últimas décadas, muchas personas y organizaciones han intentado innovar en educación. La forma de aprender no ha sido la misma desde que aparecieron Khan Academy y Coursera, por ejemplo. Y quisiera pensar que el trabajo que hemos impulsado desde Laboratoria durante los últimos 5 años, también ha sido una contribución.

Sin embargo, todavía queda mucho por hacer. Piensa cuánto han cambiado los teléfonos, las computadoras y los automóviles en los últimos cien años. Ahora piensa cuánto han cambiado los salones de clase. No está ni siquiera cerca.

Esta crisis puede ser la oportunidad para cambiar esto. Como dijo el fundador de la Khan Academy, Salman Khan, el equilibrio entre el aprendizaje presencial y en línea podría ser "el aspecto positivo" de esta crisis. Hoy tenemos la posibilidad de construir un nuevo modelo educativo desde cero. Un modelo que combine las experiencias en línea/remoto y en persona como dice Khan, pero que también permita que los y las estudiantes aprendan a su propio ritmo, que valore la individualidad de cada persona, y que fomente su apropiación por el aprendizaje. Un modelo que ponga el pensamiento crítico y creativo en el corazón de su experiencia, para que los y las estudiantes realmente aprendan cómo pensar, no qué pensar.

Desde Laboratoria seguiremos trabajando para que esto suceda.