Ambos conceptos son usados día a día, muchas veces como sinónimos, pero esconden profundas diferencias en las metodologías a utilizar como en el equipo. Acá te explicamos bien qué son cada una y cómo aplicarlo a tu trabajo.
Cuando aprendí la diferencia entre lo que es un proyecto y un producto realmente cambió mi forma de trabajar.
A primeras, suenan parecido. Ambos son conceptos que escuchamos a diario en nuestro trabajo sin darle mayor importancia.
En los cursos que damos en Laboratoria nos gusta ilustrar los proyectos como una carrera de 100 metros planos.
Conocemos el terreno y a nuestros competidores, hemos entrenado, lo hemos hecho antes; tiene un principio y un fin. Podemos saber el clima y el tiempo aproximado que nos tomará. En pocas palabras, tenemos un alto grado de certidumbre.
A los productos los ilustramos como una imagen sacada del reality show “Survivor”. En donde los participantes son abandonados en un lugar remoto e inhóspito y deben buscar la forma de sobrevivir. Esta situación no podría ser más distinta que la anterior, ¿cierto?
Acá abunda la incertidumbre: no conoces el lugar, no sabes cómo sobrevivir, no conoces tu competencia, el clima, el tiempo que durará la carrera, entre miles de otras variables.
¡Porque es exactamente lo que pasa en nuestro trabajo!
Existen circunstancias en las que sabes exactamente qué hay que hacer y cómo hacerlo, lo hemos hecho antes y conocemos el procedimiento.
Esto es lo que llamamos un proyecto. Es un esfuerzo temporal que tiene un alcance definido desde su inicio.
En otras palabras, un proyecto es una iniciativa que se desarrolla en un ambiente con certidumbre.
Para dejarlo más claro, podríamos poner como ejemplo un reporte financiero. Probablemente lo hemos hecho decenas de veces, sabemos exactamente cómo hacerlo y qué debe ir en el reporte.
Por el contrario, un producto es algo en que no sabemos bien qué hacer ni cómo hacerlo. Sabemos que hay un problema que hay que solucionar, pero la respuesta no es del todo clara.
Por ende, un producto es cualquier cosa que puede ser ofrecido a un mercado para satisfacer un deseo o una demanda. Es una iniciativa que se desarrolla en un ambiente de alta incertidumbre.
Por ejemplo, podemos enfrentarnos a la siguiente situación: detectamos que existe un problema de comunicación con los colaboradores. No sabemos bien cuál sería la solución: ¿mandar un newsletter? ¿tener un whatsapp para consultas? ¿colocar pantallas digitales en todos los pisos?
Como no lo sabemos, ni tampoco lo hemos hecho antes, debemos tratar esta situación como ¡un producto!
Saber diferenciar estos dos tipos de iniciativa es clave para lograrlas con éxito, dado que cada una necesita distintas metodologías.
Cuando hay alta certeza, tanto en el qué como en el cómo, se recomienda utilizar la metodología tradicional o de cascada. Cuando ya nos encontramos con más incertidumbre, surgen las famosas metodologías ágiles, donde buscamos validar tempranamente los aprendizajes.
Por lo tanto, los proyectos funcionan bien cuando los trabajamos como cascada, donde cada área hace su parte y lo pasa a la siguiente fase. ¿Les suena familiar esa forma de trabajar?
Por el otro lado, los productos al trabajar con alta incertidumbre necesitan de metodologías que busquen validar tempranamente la solución e ir iterando, ahí es donde encontramos la agilidad y ser “lean”.
Fuente: Laboratoria
Al trabajar de manera “lean”, lo que buscamos es experimentar y probar cuál sería la mejor solución a nuestro problema. Además, buscamos crear el Producto Mínimo Viable (MVP por sus siglas en inglés) e iterar hasta encontrar el Product-Market Fit (que nuestra solución efectivamente resuelva el problema y tenga un mercado).
Esto conlleva a que los productos y funcionalidades deben ser fluidos, como una lámpara de lava en constante y visible evolución.
Existe un riesgo altísimo de trabajar un producto como un proyecto y podríamos estar construyendo algo incorrecto.
¿Recuerdas el ejemplo del problema de comunicación con los colaboradores?
Imagínense que nos hubiésemos decidido por las pantallas digitales y juramos que esa sí o sí es la solución (Aquí hay un primer error: no sabemos si eso va a funcionar).
Lo abordamos trabajando en cascada. Hacemos un presupuesto para pantallas, creamos el contenido, instalamos las pantallas, comunicamos la nueva iniciativa y …. ¡chan! Nadie las usa y las dudas en los colaboradores persisten.
Invertimos una gran cantidad de dinero y tiempo construyendo algo que nadie usó y no resolvía el problema. ¿Les suena familiar?
Por lo menos yo he escuchado de varias “apps” o “sistemas” que implementan las empresas y que finalmente nadie las usa.
¿Cuál es la solución? Empezar a adoptar lean e ir probando y experimentando para aprender lo que realmente le agrega valor a nuestros usuarios.
¿Conocen más ejemplos de productos que hayan sido trabajados como proyectos? ¡Lo/as escucho!
¿Buscas que tu equipo adopte la metodología Lean y aprenda experimentando?