La coyuntura que ha traído la propagación del Covid-19 en el mundo entero nos está poniendo en jaque. Empresas y organizaciones de todas las industrias nos veremos forzadas a adaptarnos y transformarnos para sobrevivir. Con la recomendación de distanciamiento social –que sabemos de alguna forma u otra durará algunos meses– las organizaciones en el rubro de la educación tenemos el reto de formar, de manera remota, a millones de niños y niñas, jóvenes y adultos para enfrentar un mundo laboral cada vez más cambiante e incierto.
La educación en línea no es algo nuevo. Hace ya más de una década que tenemos una serie de alternativas que han ido creciendo en el mundo y América Latina. Algunas por nichos de habilidades, otras por audiencia. Si bien las ventajas de aprender de manera remota son muchísimas -desde costos más accesibles hasta horas de transporte recuperadas-, los retos no son menores. El índice de estudiantes que realmente termina un curso en línea es aún bajo en muchas plataformas, y todavía tenemos un camino por recorrer para lograr que estos espacios construyan las competencias "blandas" fundamentales para transicionar y crecer en el mundo laboral.
En nuestros años de trabajo en Laboratoria, formando talento para trabajar en la era digital, hemos construido algunos principios fundamentales para llevar a cabo experiencias de aprendizaje realmente transformadoras. En un contexto donde todos los espacios de aprendizaje deberán, de alguna manera u otra, migrar al mundo virtual, estos principios cobran más relevancia que nunca y deberían estar en el corazón de la estrategia para adaptarnos a esta nueva realidad.
Cuando estudiamos porque nos obligan, poco queda de esa experiencia. Cuando no tenemos claro por qué queremos adquirir nuevas habilidades, es difícil que encontremos la motivación intrínseca para impulsarnos cuando las cosas se ponen difíciles. Cuando no tenemos una práctica de autoconocimiento y reflexión de nuestro proceso individual de aprendizaje, no podremos tener una estrategia que nos ayude a ser mejores aprendices cada día.
Por estas razones, es fundamental que los y las estudiantes se apropien de su proceso de aprendizaje. Como organizaciones educativas debemos generar una cultura que propicie que cada quién pueda ser responsable y guiar su camino. Para lograr esto, cosas como el amor por aprender, el autoaprendizaje, la mentalidad de crecimiento deben estar en el pilar de toda experiencia educativa. Hacer esto en línea puede ser más retador, pero por eso las experiencias sincrónicas, donde no vemos un video si no que nos conectamos a la misma vez para compartir, son fundamentales.
La evidencia demuestra que el aprendizaje activo –donde aplicamos, interactuamos y reflexionamos individual y colectivamente– es el mejor para entender nuevas habilidades. La teoría nos ayuda a tener ciertos conceptos, pero lamentablemente no cambiará nuestros hábitos. La práctica, en cambio, sí. Por eso, al llevar una experiencia de aprendizaje a remoto, es fundamental que se diseñe para "hacer". En Laboratoria, por ejemplo, todo el aprendizaje es basado en proyectos. En lugar de aprender funciones por aprenderlas, el reto es diseñar una red social para resolver un problema de la comunidad, y en este proceso de construcción es que se aprenden funciones para llegar al resultado.
Todos y todas aprendemos a ritmos distintos. Tenemos distintas fortalezas y debilidades. Distintas motivaciones y tiempos. Las experiencias de aprendizaje más efectivas logran responder a esta individualidad y ajustarse a ella. Con una propuesta remota, se abre una oportunidad enorme de avanzar en este camino. ¿Por qué todas las estudiantes tendrían que atender la misma clase al mismo momento, si cada una puede acceder a la información que necesita de manera individual, según su progreso? ¿Por qué todos deberían terminar el semestre al mismo tiempo, y no más bien culminar cuando cada estudiante haya adquirido los conocimientos?
Aprender en equipo es mucho más motivador que aprender a solas. El acompañamiento y la motivación de ser parte de un grupo con una misión compartida puede hacer toda la diferencia. Por esta razón, debemos hacer el trabajo en equipo parte fundamental del aprendizaje remoto. Proyectos en parejas, grupos de a cinco que se encuentran diariamente para conversar de su progreso y sus retos, y espacios de reflexión colectiva, son algunos de los mecanismos que nos pueden ayudar a hilvanar la colaboración a lo largo del camino. En el mundo laboral solemos escuchar que no se consigue nada a solas. ¿Por qué en el académico sería distinto?
Entonces, ¿qué debemos hacer? La coyuntura que presenta el Covid-19 hoy es un impulso para ir transformando el sector educativo, sin embargo, no es la única motivación detrás. En un mundo en el que vivimos más años, y donde todo evoluciona tan rápidamente, la educación no es algo que pasa en un periodo finito de nuestras vidas. Por el contrario, debe convertirse en una constante a lo largo de estas. Dada esta realidad, las organizaciones educativas tenemos hoy la enorme oportunidad de crear experiencias de aprendizaje remotas que sean más accesibles, lleguen a muchas más personas y fomenten un aprendizaje de por vida. Es nuestro deber transformarnos para estar a la altura.
Mira el artículo original para America Economía aquí: https://www.americaeconomia.com/analisis-opinion/educacion-en-los-tiempos-inciertos-del-covid-19